Si hay algo que Miguel Ángel y su hermana Estefanía tienen, además de juventud, son los conceptos claros: variedades, plantaciones, tipo de cultivo, formas de elaboración y de presentación del producto. Són jóvenes, ávidos, arriesgados y con un futuro prometedor. ‘Nuestros padres son viticultores, llevan años juntando viñedo y vendiendo la uva a grandes bodegueros. Pero mi hermana y yo decidimos hace tres años que era la hora de dar el salto y pasarnos al mundo de la elaboración porque el trabajo del viticultor, tal y como lo realizan nuestros padres, no está valorado’, explica Miguel. Y así es. La familia Morán & López llevan años trabajando de forma minuciosa y concienzuda las viñas. Adquiriendo parcelas, juntando hectáreas, replantando en espaldera, cultivando profesionalmente los suelos y las viñas y haciendo todo lo necesario para ganar en rentabilidad y obtener el mejor resultado. ‘Analizamos cada parcela y hacemos todo lo necesario: abonos nitrogenados para la tierra, sellar los cortes de la poda con pintura cicatrizante, dejar cubiertas vegetales como protección frente a la erosión y las escorrentías y hasta canalizar un sistema de desagües para dirigir el agua de las lluvias…’. No reparan en trabajo ni en métodos eficaces. No quieren correr riesgos innecesarios aunque ello suponga arrancar viñedo viejo y tener que esperar varios años a que las nuevas plantas empiecen a producir. ‘La viña vieja bien cuidada es la mejor pero cuando lleva años sin cuidarse, abandonada y enferma, es muy difícil de recuperar. Preferimos replantar y verlo como una inversión de futuro’. Una inversión destinada a dos únicas variedades: la mencía y la godello’. Hoy tenemos unas 16 hectáreas plantadas, con un 50% mencía y un 50% godello, aunque hay parcelas a las que aún les faltan cuatro o cinco años para que nos den la producción deseada.



Todo es viñedo propio, situado en la zona de Puente Boeza y Campo, junto a la casa familiar y la bodega, y a un paso de Ponferrada. De hecho, las vistas desde lo alto de la colina son espléndidas. Sin duda, es un espacio perfecto para pasear, recibir visitas y apostar por el enoturismo. ‘Sí, creeemos en el enoturismo pero hay que ir paso a paso’.
Y es que hace solo tres años que Miguel Angel, ingeniero de profesión, y Estefanía, especializada en Marketing, decidieron estudiar enología en la Rioja y lanzarse al mercado con su primer vino, un mencía, que tuvo muy buena aceptación entre los consumidores del Bierzo. ‘Han sido dos años difíciles, con la pandemia de por medio, pero estamos contentos con la acogida que nuestros vinos están teniendo en el mercado’. Y es que pese a su juventud, los vinos Heredad ya han recibido los primeros reconocimientos. En 2021, obtuvieron el diploma de plata en el CINVE 2021 por su godello de 2020 y la medalla de oro de la guía Wine UP! por su mencía 2020. Y este año, dieron el salto a la gran cita española del vino, los premios Bacchus, donde han sido galardonados con un Bacchus de plata por Heredad 26 Roble y un Bacchus de oro por su nuevo godello, Heredad Altos de Talana, fermentado en barrica.
La bodega y los vinos






Los primeros vinos Heredad salieron al mercado en 2019. Vinos jóvenes, frescos y sin complejos. Añada tras añada, han ido creciendo hasta situarse a día hoy en torno a las 75.000 botellas y cinco referencias en vino: un rosado (Buleza), un mencía joven (Heredad 26), un mencía roble (Heredad 26 roble), un godello joven (Valdesalas) y un godello sobre lías (Heredad 26). Y en modo experimental empezaron a elaborar en 2020 unas pocas botellas de un godello fermentado en barrica, el Heredad Altos de Talana, que aún no está en el mercado pero que ya apunta a posicionarse como uno de los vinos gastronómicos del Bierzo. ‘Seleccionamos el godello de la zona más aireada y soleada y elaboramos este año 2.650 botellas, doce meses en la barrica y seis meses en la botella. Y la verdad es que estamos muy contentos por el reconocimiento en los Bacchus porque eso nos dice que vamos en buena dirección’. Miguel Angel es consciente que cuentan con una buena plantación de godello que, a medida que esas viñas crezcan y envejezcan, les va a ofrecer una mayor calidad y les va a permitir elaborar diferentes perfiles de vinos.
‘Nuestra apuesta es hacer vinos que reflejen muy bien el carácter varietal, la esencia de la fruta, la frescura, con aportes muy suaves de barrica’. Para ello, trabajan con maceraciones lentas, control de temperatura y análisis químicos continuados.




La bodega se divide en tres naves, dos junto a la casa familiar donde se encuentra la zona de elaboración, embotellado, laboratorio y almacén. Mientras que la zona de envejecimiento se sitúa en una tercera nave semienterrada en lo alto de la colina, donde las barricas, de roble francés y americano, reposan frescas, a oscuras y en silencio. En el exterior, sin embargo, el mural del artista contemporáneo Asier, nos transporta a un mundo más joven y urbano. ‘Nos gusta pensar que el campo y la viticultura no tiene porqué estar reñida con lo urbano’. Y, sin duda, esa frase se convierte en un excelente reclamo.
Miguel y Estefanía impregnan la huella familiar en las etiquetas porque no quieren olvidar de dónde vienen pero no hay duda que tienen un largo recorrido por delante. La bodega está preparada para crecer exponencialmente año tras año de acuerdo con la capacidad de producción del viñedo. ‘Nuestro objetivo es situarnos en las 200.000 botellas en tres años’. Capacidad, producción y energía no les faltan. Hoy por hoy, en sus vinos prima la frescura, la juventud y el potencial de crecimiento. Un fiel reflejo de lo que son esta pareja de hermanos, dispuestos a hacerse un hueco en los mercados representando a lo que más quieren: El Bierzo.
