‘El Bierzo le debe mucho a los Palacios’, es una frase que he oído repetidamente a viticultores, bodegueros e incluso a personas ajenas al sector del vino. Se refieren a Álvaro Palacios y su sobrino Ricardo Pérez Palacios. Pocos confiaban, cuando llegaron al Bierzo en 1999, que conseguirían elaborar con la mencía vinos de la más alta calidad. Y por supuesto que lo consiguieron. Tanto que la Faraona es hoy de esos limitados y exclusivos vinos españoles que ha conseguido en dos ocasiones los 100 puntos Parker, la máxima puntuación de una de las clasificaciones más prestigiosas del mundo. Con ellos, todo cambió. Pusieron el Bierzo y la mencía en el punto de mira del sector y del consumidor. Y con su saber hacer, unas añadas magníficas y esa nueva generación de viticultores bercianos como Raúl Pérez, los hermanos Peique, Manuel Otero o Luna Beberide… el Bierzo empezó a crecerse y creerse que podían estar a la altura no solo de los Riojas y Riberas del Duero, sino de los mejores Burdeos o Borgoñas.
La llegada de Palacios al Bierzo tiene mucho que ver con Ricardo Pérez Palacios. ‘Yo había estudiado en Francia, me pasé unos años allí y me impregné de su respeto por la tierra, del concepto de vigneron, del desarrollo de la viticultura ecológica y biodinámica así que, cuando volví, quería emprender aquí un proyecto parecido’. Tenía 23 años. Había leído al maestro de maestros, Emile Peynaud, quien ya hablaba del Bierzo como la zona más afrancesada de España. ‘Me vine un día y ví el paisaje, las viñas, la viticultura que se practicaba y lo tuve claro. Hablé con mi tío Álvaro que también conocía la zona y decidimos que teníamos que probar’, relata Ricardo Pérez -conocido como Titín por todos en el Bierzo-. Y es que prácticamente desde el primer día que llegó, Ricardo Pérez se ha convertido en un berciano más que vive, trabaja, quiere y respeta esta región como el primero. Y lleva ya 23 cosechas. ‘Cuando vimos Corullón, con esas cepas viejas, esos suelos de pizarras y todas esas pequeñas parcelas con inclinaciones y orientaciones diferentes, no nos lo podíamos creer. Era un tesoro’. Era el año 1999. Álvaro Palacios ya llevaba unos años despuntando en el Priorat e intuyó rápidamente el potencial del Bierzo. Juntos crearon Descendientes J. Palacios.
‘El primer año compramos la uva y elaboramos en casa de Raúl Pérez dos vinos: Bierzo, con uvas del valle, y Corullón, con uvas de Corullón. Flipamos, especialmente con la zona de Corullón’. En poco tiempo descubrieron el potencial de San Martín, Fontelas, Moncerbal, Las Lamas y, por supuesto, la Faraona. ‘En 2001 elaboramos ya con uva propia siete vinos distintos, correspondientes a diferentes parajes y parcelas del pueblo de Corullón. Nadie entendía lo que hacíamos pero tuvimos la suerte del principiante con una añada excepcional’. Sonríe tímidamente recordando orgulloso esa primera cosecha pero reconoce que le costó mucho al sector y al consumidor, especialmente el extranjero, confiar en la mencía. ‘Nos devolvieron tres palets de Estados Unidos. No lo querían porque para nada se parecía a los Riojas, Riberas o Priorats. Pero, tiempo después, nos lo volvieron a pedir’.
Apuesta por la Clasificación
Pese a todo, Ricardo y su tío no solo se mantuvieron fieles a la idea bucólica de la Borgoña española sino que supieron transmitirlo y entusiasmar a muchos de los bodegueros amigos. En 2013 la cosa empieza a despuntar y el 2014 consiguen los 100 puntos Parker con la Faraona. A partir de entonces ya no había marcha atrás. Los Palacios han sido los principales impulsores en la DO de la nueva clasificación para los vinos del Bierzo que sustituye a la clásica ordenación por edad de los vinos (jóvenes, crianza, reserva y gran reserva) y se centra en la procedencia de las uvas y las características climáticas y edafológicas de los viñedos. ‘Hemos sentado las bases pero nos queda muchísimo por hacer. Porque así como fuimos los máximos promotores de la clasificación, también pensamos que no puede haber un exceso de parajes. Nos quedan muchos años para entenderlo, creérnoslo y aprender a trabajarlo y transmitirlo’.
Ricardo se refiere a creérselo de verdad. A buscar en la zonificación un modelo de supervivencia de la agricultura ecológica y tradicional y no una operación de marketing para llegar al consumidor sin un valor adicional real. Quizás por ello, la Faraona es su único vino de parcela, una parcela exclusiva que va camino de convertirse en Gran Viña Clasificada, lo que correspondería al Grand Cru en Francia. ‘Lo que tiene de diferente la Faraona no es solo su altitud (900 metros) o su orientación sur-este. Lo que tiene es que hay una falla tectónica que parte la parcela fruto de antiguas erupciones volcánicas y eso ha dejado en el suelo mucho mineral volcánico’.
Ricardo habla con precisión del terroir, de la composición de los suelos, la cantidad y tipo de minerales y cómo trabajan para conseguir la máxima expresión del vino en cada una de sus referencias. Trabajamos todo en ecológico, aramos con caballos –Ricardo cuida personalmente de los seis caballos y un mulo en su casa- porque es la manera que creemos que hay que trabajar la tierra si queremos que perdure este modelo agrícola’. Un modelo de máximo respeto a la tierra, minifundista, de autosuficiencia, de agricultura slow… algo que preocupa y obsesiona a Ricardo Pérez, siempre involucrado en el Bierzo en la defensa del sector primario. ‘A este país le cuesta dar el valor que se merece a los agricultores’. Y cuando dice ‘dar valor’ se refiere a ‘pagar’. Y es que Ricardo Pérez -Titín- no solo vino al Bierzo para hacer vino, llegó para defender un modelo de vida, de crecimiento, de desarrollo, de producción, respetuoso con la tierra y responsable con lo que producimos, comemos y bebemos. Un modelo con futuro para el Bierzo que reconoce que aún no logrado pese sus múltiples intentos. Fundador de la Olla del bierzo (asociación de productores de agricultura ecológica en El Bierzo) y la Granja Cando (proyecto para impulsar el tejido rural en el Bierzo). Promotor del Ateneo Rural de Corullón, de BierzoLimpio, de la nueva clasificación de la DO Bierzo y presidente de la Asociación Paisajes y Viñedos del Bierzo que lucha contra la implementación de parques eólicos en el Bierzo. No conozco a nadie en el Bierzo más concienciado e involucrado que Ricardo Pérez, a quien le duele el abandono de viñedos y el no ser capaz de encontrar el equilibrio entre la supervivencia de un modelo ecológico y rural y la rentabilidad del sector. ‘Al Bierzo le faltan 10 bodegas como la nuestra -con gran capacidad de producción (400.000 botellas)- y 40 como la vuestra –se refiere a 13 Viñas (20.000 botellas)- para que no se abandonen las viñas’.
La bodega y los vinos
Subir hasta lo alto de la cima de Corullón donde se ubica la bodega Descendientes J. Palacios es ya todo un espectáculo por sus vistas y su paisaje. La bodega, blanca, de corte moderno y monumental, corona la cima. Fue diseñada expresamente por Rafael Moneo, con las directrices de elaboración establecidas conjuntamente con Ricardo Pérez. Así, cada planta corresponde a una fase de la elaboración del vino: la recepción de la uva en la más alta. Por debajo, los depósitos de inox y tinas de madera a los que la uva cae por gravedad y fermenta y, un nivel más abajo, la zona de barricas, excavada en la propia roca.
La bodega es grandiosa, amplia e impoluta formada por modernos cubos de hormigón blanco con grandes puertas, suelos y mesas de madera. No parece una bodega. Los espacios están unidos por amplias vías y patios, con grandes ventanales que dan luminosidad y ofrecen unas vistas magníficas de la olla del Bierzo. Todo está impecable, limpio y ordenado. Con salas diáfanas, sin casi mobiliario ni decoración. Si desde el exterior ya se ve enorme, desde el interior es aún más impresionante. Cuenta con ascensores interiores y una maravillosa escalera de caracol. ‘Fue diseñada para trabajar con comodidad hasta una producción de 600.000 botellas’, nos cuenta Ricardo.
Sin duda, la sala de crianza es la más impresionante de todas. Dividida en dos partes: una con más de 2.000 barricas donde envejece el Pétalos del Bierzo (350.000 botellas) y otra, más exclusiva con barricas y fudres de diferente tamaño donde reposan sus mejores vinos: La Farona, Las Lamas, Moncerbal y Villa de Corullón. Una de las paredes mantiene a vistas la roca de la montaña, donde se puede observar perfectamente la pizarra, las dolomitas, los brillos del cuarzo y los silicatos y hasta una veta de lava solidificada. ‘Depende de cada paraje, la pizarra se ha degradado de una determinada manera: esquistos, piedras, guijarros, arcillas, limos, con más o menos componentes de minerales. Eso, compaginado con la orientación, el clima y el trabajo del viticultor, nos da vinos con diferentes texturas, estructuras y mineralidad’.
Además de la Faraona (1.200€), Descendientes J. Palacios elabora hoy Pétalos del Bierzo (15,50€), con mezcla de uva comprada en el valle (50%) y uva de Corullón, con un 10 por ciento de uva blanca. Villa de Corullón (39,90€) es su vino de villa (85-90% mencía, 5% blanco y el resto otras variedades tintas locales de los diferentes parajes de Corullón: San Martin, Fontelas, Maria Cota, Ferro y lo que desclasifican de las Lamas y Moncerbal). Y finalmente, los dos vinos de paraje: Moncerbal y Las Lamas (125€) . Una clasificación al puro estilo borgoñés. ‘En Borgoña es muy bonito, pero llevan 300 años haciendo lo mismo y la gente conoce ya los pueblos y sus parajes. Nosotros hemos empezado ahora y tenemos que dar a conocer este sistema de clasificación y de calidad. No es fácil y cuesta mucho vender’. Aunque a trabajo y tenacidad a Ricardo –Tintín para los amigos- no le gana nadie. Está orgulloso de sus vinos, los más reputados y de los más caros del Bierzo. Y yo estoy orgullosa de haberle conocido. Ojalá en el mundo hubiera más bodegueros y viticultores como Titín. Seguro que la Tierra nos estaría muy agradecería.

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