
Cuando Julio me llamó por la mañana para decirme que el Diario de León quería hacer un reportaje sobre el apadrinamiento de viñas, poco nos imaginábamos que ese artículo iba a desembocar en una fascinante historia de enigmas, legado y transmisión de sabiduría popular.
El reportaje, de la periodista María Carro, se publicó el domingo 20 de marzo con el título de ‘Adoptar una viña para que no muera’ y en él se narra el esfuerzo de 13 Viñas por evitar que se abandonen las viñas en la zona de Cubillos del Sil, Toreno y Pradilla, una de las zonas del Bierzo donde más viñedo se ha perdido en las últimas décadas. El apadrinamiento ha sido la fórmula que 13 Viñas ha encontrado para poder atender esas pequeñas parcelas aisladas, en medio del monte, de cepas viejas (entre 80 a 100 años de antigüedad) que llevan años echando raíces en el terreno y que producen uvas (y vino) de gran calidad. Parcelas que los abuelos de la zona ya no pueden cultivar pero les duele que se pierdan. «Cuando la gente de aquí te viene a ofrecer la viña lo hace hasta con lágrimas en los ojos. Es parte de su historia, tiene mucho arraigo y por eso las cogemos y las atendemos, por la carga emocional. Pero no somos una oenegé y podemos llegar hasta donde podemos, así que tuvimos que buscar una alternativa para cubrir costes», explicaba Julio en el periódico.


Y así fue cómo empezó el proyecto de apadrinamiento, al que yo me sumé encantada. Empezamos dos padrinos y ya somos cuatro. «Nosotros hacemos el vino como lo hacía mi abuelo y así se lo enseñamos a la gente que llega aquí, que nunca ha visto esto y a la que le gusta mancharse las manos. Yo con 19 años iba a la viña por castigo, pero luego empezamos con el proyecto y engancha. Hay mucho amor propio detrás. Es algo que hemos visto y vivido toda la vida y que muchas veces no llegamos a valorar como sí lo hacen los de fuera’, asegura un joven de 38 años que pudo haberse ido del Bierzo pero que prefirió agarrarse a un legado de cien años», señala el reportaje.
Es cierto, Julio nunca pensó que acabaría dedicándose al sector del vino pero hoy habla de las viñas y del vino con pasión, humildad y con orgullo. Y quizás por eso, el miércoles 23 de marzo llegó una misteriosa carta a la bodega. Un sobre a nombre de Julio sin remitente y con una extraña e incomprensible referencia a la Orden del Santo Sepulcro. El sobre albergaba dentro las páginas del periódico con el reportaje del apadrinamiento y un folio manuscrito con varias recetas para la elaboración de licores artesanales: mistela, pacharán, orujo de moras, de arándanos, de café y de castañas. Con sus ingredientes, cantidades, tiempos y técnicas de maceración.

Unas recetas caseras, tradicionales, de esas que poseen algo mágico y especial porque han sido transmitidas de generación en generación, forjando una sabiduría y un patrimonio inmaterial incalculable. ¿Quién las envió, por qué, para qué? ¿Qué relación tendrá con la Orden del Santo Sepulcro? Eso es todo un enigma pero de lo que no tengo duda es que quien lo enviara supo ver en 13 Viñas los valores, el apego y el afecto con el que cuidan la tierra, trabajan las viñas y elaboran el vino.
Esas recetas, secretas o no, forman parte de la cultura del Bierzo y de esa valiosísima fuente de sabiduría no escrita y experiencia incalculable que son los mayores. Y en 13 Viñas no solo les escuchan sino que se sienten orgullosos de mantener vivo su legado. Así que, fuera quien fuera, le damos las gracias.
En el Bierzo, en los años 50 hubo hasta 230 licencias de destilación de aguardientes y licor, algo que también se ha perdido. ‘Nosotros el bagazo (los restos de uva que quedan después de extraer el mosto) se lo llevamos a un señor que elabora orujos pero algún día, cuando podamos, nos gustaría hacer nuestro propio aguardiente’. Todo llegará… De momento, las recetas para hacer licores ya las tienen.
Hola, ¿qué hay que hacer para apadrinar una viña? Gracias
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