Independiente, creativa, emocional y con carácter… Así es Verónica Ortega y así son sus vinos. Mencías y Godellos que sorprenden a todos y no se parecen a nada ni a nadie. Será su duende andaluz, su intuición femenina, el cruce de maestros, su valentía ‘torera’ o el revoltijo de todo ello lo que ha permitido que sea ella, una mujer, quien está hoy por hoy liderando la nueva generación de enólogos españoles. Su primer vino, Roc, sorprendió a todos llegando a alcanzar los 95+ puntos Parker y su blanco, Cal, fue escogido por el especialista Darren Smith como el mejor blanco de España. La revista alemana Der Feinschmecker la nominó Enóloga Revelación 2018 y Decanter, la mejor revista sobre enología del mundo, la situó el año pasado a la cabeza en la lista de los diez mejores enólogos emergentes en España.
Los vinos de Verónica Ortega son vinos alegres, disfrutones, deliciosos, atrevidos, perfectos… Un reflejo de ella misma con su sello de identidad y su acento. Ese acento gaditano que no ha perdido pese a llevar ya 11 años viviendo en el Bierzo, que se ha convertido en su casa. ‘Estudié Químicas y enología en la Universidad de Cádiz. Me fuí de allí con 27 años y ya no he vuelto, sólo por vacaciones’. No es de extrañar. Ha tenido la suerte de estar con los más grandes. Empezó en el Priorat con Daphne Glorian (Clos Erasmus) y Álvaro Palacios. ‘Tuve la suerte de vendimiar en L’Ermita y contagiarme de su gran conocimiento y pasión por el vino’. Precisamente por Alvaro Palacios conoció el Bierzo y entabló gran amistad con su sobrino Ricardo Pérez de Descendientes Palacios y con la familia Pérez, de Castro Ventosa. Su inquietud la llevó a vendimiar hasta en Nueva Zelanda y Chile. Pero fue en Francia donde adquirió parte de su maestría. ‘Me pasé cinco años en Francia. Primero en la Borgoña (trabajó en el famoso Domaine de la Romanee Conti y Comte Armand) y después en Crozes-Hermitage (Ródano) con Domaine Laurent Combier. Finalmente, Alvaro Palacios Y Ricardo Pérez la convencen para que vuelva a España y emprenda su propio proyecto en el Bierzo.
Como muchos otros, empezó a elaborar en La Vizcaína, de Raúl Pérez. Su primera añada, la 2010, la hizo cuando aún estaba en Francia, y en 2012 decide ya instalarse definitivamente en el Bierzo. ‘Les debo mucho a Álvaro (Palacios), a Titín (Ricardo Pérez) y a toda la familia de Raúl Pérez, que han sido mis maestros y amigos. Por ellos estoy en el Bierzo y porque esta zona es única. Mantiene el viñedo más viejo de todo el mundo y unas variedades únicas. Y me encanta su luz, su clima, el minifundio, la forma de trabajar los viñedos, el sentimiento de la gente por la tierra. Me siento muy a gusto aquí’, confiesa.
La bodega y los vinos
Su bodega se ubica en Valtuille de Abajo en una antigua casa de piedra donde ya no vinifica pero sí conserva para la crianza de sus vinos. Allí encontramos las ánforas y barricas donde reposan y envejecen sus vinos más reputados. ‘Empecé con 600 botellas, después 2.000, 4.000, 8.000, 20.000 y ahora estoy en 40.000 botellas’. Su crecimiento la llevó a buscar más espacio y lo encontró en la Dehesa. ‘Allí vinifico pero aquí, en esta casa con estas grandes paredes de piedra, los vinos se conservan muy bien’.


Cuenta con 5,5 hectáreas de viñedo y escoge con precisión las uvas de viticultores que le gustan por su ubicación y formas de trabajar las viñas. ‘Es todo viñedo viejo y el trabajo es manual, aramos la tierra, no usamos herbicidas y seguimos los códigos de la agricultura sostenible’. Ese trabajo minucioso y artesanal lo traslada también a la bodega con fermentaciones espontáneas, levaduras autóctonas, pisado de las uvas, bazuqueos manuales… ‘La selección del viñedo y el tratamiento del mismo es la clave del vino porque la mencía es pura fruta. A partir de ahí puedes hacer vinos muy bebibles, frescos, alegres o buscar resultados más complejos, más personales, informales porque tanto el godello como la mencía tienen mucha versatilidad y capacidad de guarda’. Y así es. Verónica Ortega trabaja con precisión con las ánforas de barro y las barricas de segundo uso para elaborar sus vinos. Es atrevida e inconformista y le gusta experimentar y conseguir que sus vinos, cuando los pruebes, tengan su firma personal. Y lo consigue en todos: cinco tintos (Quite, Kinki, Roc, Cobrana y V.O.) y dos blancos (La Llorona y Cal).
La mitad de su producción la destina a Quite (20.000 botellas), una mencía que elabora con uva despalillada que fermenta en depósitos de acero inoxidable con maceraciones cortas y envejece entorno a unos 8 meses, un 80% en depósitos troncocónicos de roble francés y el resto en ánforas de barro y barricas. ‘Es un corte más informal, con mucha fruta, muy fresco y ágil. Muy bebible con los aromas a frutos rojos, flores azules y muy ligero en boca’.
Roc es el primer vino que elaboró y que mayor reputación le ha dado. El nombre se lo dedico a su hermano Rafael Ortega Camacho que falleció en un accidente de moto. Elabora entorno a 5.500 botellas de uvas que proceden de dos parcelas de Valtuille con viñas centenarias. ‘Aquí los suelos son arenosos con mucha piedra y lo elaboro con el 100% de racimo entero con raspón trabajado manualmente durante la vinificación solo con ligeros bazuqueos, con fermentación espontánea en tino abierto de madera de 5000 litros y envejecimiento en barricas’. El resultado es un vino más complejo, elegante y mineral con largo recorrido en boca.
Con un perfil totalmente diferente elabora el Cobrana, de varias parcelas del Bierzo Alto con mayor altitud y suelos de arcillas y pizarras. Vinifica variedades tintas y blancas, como era habitual en el Bierzo, y fermenta con 100% de racimos enteros en un tronco-cónico abierto de madera de 3000L de capacidad. De nuevo combina el envejecimiento en ánforas y barricas. ‘El perfil de este vino es más fresco, vibrante, de color más ligero pero con intensos aromas a frutas rojas y fresa ácida».
Pero sin duda, el vino más personal e identitario de Verónica Ortega es Cal (4.500 botellas), un godello íntimo y particular que elabora desde el 2015 y que la ha encumbrado desde que Darren Smith, prestigioso periodista y experto en vinos, lo eligió como el mejor blanco en España. Las uvas proceden de una parcela única plantada sobre una beta de carbonato cálcico de alta pureza, un suelo muy raro y anómalo en El Bierzo. Verónica lo descubrió y apostó por él. Lo trabaja con todo su mimo: uva despalillada, maceración pelicular de una noche y suave desfangado y fermentación en barrica de roble francés y ánforas de barro donde envejece durante 13 meses. El resultado es un godello brillante, complejo, muy fresco en boca, con marcada acidez y salinidad. Pura Verónica, fruto de su intuición y valentía. La estocada perfecta –como su logo- que ha puesto en pie a todo el sector y que nos revela que el talento de esta joven (42 años) no parece tener fin.
