Verónica Ortega lo tiene todo: experiencia, pasión, talento, intuición, juventud y reconocimiento. Llegó al Bierzo en 2012 y desde que llegó sus vinos no han dejado de sorprender haga lo que haga. Vinos frescos, ágiles e informales como Quite. Vinos complejos, minerales y elegantes como Roc o vinos personales, sorprendentes, con expresiones muy marcadas como Cal o La Llorona. La crítica la adora y el público se pelea por encontrar sus botellas. Ella lo sabe y se siente agradecida porque el vino es su vida, y a él dedica todo su esfuerzo y duro trabajo. El resultado es magia pura, de esa que pone los pelos de punta.
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