
Se acerca la Semana Santa y en el Bierzo, aquí y allí, se empieza a hablar de limonada. Beber limonada de vino en Semana Santa es una de las tradiciones más arraigadas en todo León, y muy especialmente en el Bierzo. Se elabora con vino, azúcar, frutas y especias –naranjas, limones, melocotón, pera, higos, uvas pasas, canela, orejones…-. Si estás pensando que estoy describiendo una sangría, estás muy equivocado. La limonada no es un coctel, es una elaboración que requiere por lo menos hasta 15 días de preparación.
Se trata de algo muy serio en el Bierzo, la preparan en cientos de casas, en bares y en bodegas y ‘cada maestrillo tiene su librillo‘, es decir, su propia receta que pocos quieren desvelar. ‘Nunca se le ha puesto pera ni plátano a la limonada’, dicen unos. ‘Lo que no se pone es la cáscara del limón, solo el zumo, y de frutas las que quieras. Hay quien le echa hasta castañas’, dicen otros.
Limonadas caseras hay tantas como elaboradores. Y es que cada familia tiene su receta, que va pasando de padres a hijos y que no desvelan así como así. Los cítricos nunca faltan pero unos los añaden en zumo, otros a trozos, enteros o solo la corteza. Hay quien también le pone manzana, melocotón, zumo de uva, granos de café… Cada pueblo es un mundo, cada familia una tradición y cada uno lo ajusta a su gusto y se guarda en secreto el formato, las cantidades y los tiempos para que esté lista en el Domingo de Ramos, que es cuando se empieza a consumir.
‘La limonada no puede faltar en Semana Santa, pero a nosotros nos parece un producto tan genial que lo ofrecemos todo el año’, me cuenta Flor Bonet, de Prada a Tope. Ellos la embotellan y comercializan desde hace décadas. Elaboran unas 18.000 botellas y el 70% se consume en esta época. ‘Reivindicamos la limonada bien elaborada’, señala José Manuel Ferreira, enólogo de Prada a Tope. Y es que para la rama más purista del sector del vino, la limonada es un producto digamos ‘de segunda’ pero Ferreira defiende la seriedad en una buena limonada. ‘Al ser una bebida en la que participa el azúcar parece que no es seria pero técnicamente es compleja de elaborar. Nosotros empezamos ya elaborando un vino que marque un perfil adecuado para asimilar bien la fruta. No vale cualquier vino. Necesitamos un vino que no tenga mucho extracto, que mantenga la fruta, con buena acidez… Este vino hay que estabilizarlo para evitar que el azúcar y los productos naturales provoquen una refermentación. El edulcorado lo hacemos con azúcar buscando que no nos cambie demasiado el perfil en boca y compramos la fruta –sana, de temporada y de un calibre determinado-, para macerarlo’. En el caso de la limonada de Prada a Tope utilizan solo naranjas y limones, uvas pasas y canela. ‘Les quitamos las pepitas, los péndulos y cualquier elemento que pueda molestar y aportar amargor o tanicidad’. Durante la maceración, la fruta y el vino se va removiendo. ‘Los tiempos de maceración dependen de la temperatura, la fruta, la absorción… pero suele durar entre 10 y 15 días aproximadamente. Nosotros vamos catando y buscando el equilibrio y cuando consideramos que está en el punto óptimo, hacemos el descube’.



La catamos y qué peligro tiene la limonada: color muy vivo, ligera, fácil de beber, no es excesivamente dulce y con aromas cítricos y especiados. Hay que tener cuidado con la limonada en primavera, con sol, calor… esto se bebe como agua de mayo. La limonada de Prada obtuvo en 2019 la Medalla de Oro en el Concurso Internacional de Bebidas con base de vino.
Ronda de limonadas o ‘ir a matar judíos’
‘Te vas a hartar de probar limonadas’, me aseguran amigos y conocidos. Y es que desde el Domingo de Ramos hasta el lunes de Pascua, los bercianos cambian la ronda de vinos por la de limonadas. Así lo manda la tradición y así se hace desde tiempos ancestrales. De hecho, al acto de beber limonadas se le conoce aquí como ‘ir a matar judíos’. El origen de tal expresión no está claro pero todos ellos están relacionados con los conflictos históricos entre cristianos y judíos en Castilla y León, y que acabó en 1492 con la expulsión de los judíos por orden de los Reyes Católicos. De hecho, cuentan que cuando Fernando el Católico firmó el decreto de expulsión utilizó la frase ‘limonada que trasiego, judío que pulverizo’. Otros explican que los enfrentamientos entre judíos y cristianos se avivaban especialmente durante la Semana Santa. Para evitar que los cristianos se vengaran de los hebreos, a los que consideraban responsables de la muerte de Cristo, las autoridades eclesiásticas permitieron en plena época de abstinencia, que tomaran una bebida con base alcohólica rebajada en agua y frutas. Al parecer mientras bebían, se rebajaban los enfrentamientos. De ahí, que se diga ‘ir a matar judíos’ como eufemismo de ‘ir a tomar limonadas’. Sea como fuere, la expresión aunque no es muy políticamente correcta sigue muy viva en todo León. Así que, por favor, no me juzguéis erróneamente si esta Semana Santa me oís decir que estoy ‘matando judíos’ por los bares de Ponferrada.