
¿Merece la cultura vinícola del Bierzo ser protegida y declarada un bien de patrimonio histórico y cultural a la altura de la Colegiata de Santa María de Cluniaco, la románica Iglesia de Santiago o el Castillo-palacio de los Marqueses de Villafranca? ¿Se debe custodiar la salvaguardia del cultivo de la vid en el Bierzo, esa unicidad que le otorga el poseer el mayor número de cepas centenarias del mundo, la impresionante belleza de su paisaje o el saber hacer ancentral de su gente transmitido de generación en generación? ¿Puede todo ese patrimonio material e inmaterial tener tanto o más valor que un monumento, representar la identidad de un territorio y aportarle riqueza y desarrollo?
La UNESCO hace tiempo que defiende que el patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que comprende también esas tradiciones, conocimientos y expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a las nuevas generaciones. Ello forja la identidad de un pueblo y forma la condición social y cultural de su comunidad. ‘El Bierzo no sería como es sin la cultura del vino. Han sido la tierra y la forma de trabajar la tierra, nuestras costumbres transmitidas de generación en generación lo que ha permitido que hoy tengamos un patrimonio único, un paisaje único, unas variedades y unos vinos únicos en el mundo. Ese legado debe conservarse y para ello hace falta una buena gestión de los recursos y evitar la despoblación’. Eran las palabras del enólogo Raúl Perez en la inauguración de las primeras Jornadas sobre Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) en Villafranca del Bierzo, organizadas por el Ayuntamiento y el Instituto de Estudios Bercianos.

España ratificó en 2006 la Convención de la UNESCO de 2003 sobre la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, de obligado cumplimiento desde su ratificación y posee algunos ejemplos inscritos en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y en el registro de Mejores Prácticas de Salvaguardia como las Fallas de Valencia, el flamenco en Andalucía o los Castells en Cataluña. Manifestaciones que se vienen transmitiendo tradicionalmente de generación en generación dentro de grupos y se adquieren exclusivamente mediante la práctica. ‘La única forma de proteger ese patrimonio es hacer inventarios que muestren el valor social y económico de este patrimonio hoy, y que sirvan de base para la identificación de las medidas de salvaguardia prioritarias. Hay poca conciencia de la importancia del patrimonio inmaterial o de las consecuencias de su pérdida en las identidades culturales’, explica Fernando Brugman, secretario del Instituto de Estudios Bercianos (IEB), socio fundador de la asociación Cultura 54 en Villafranca y gran conocedor de las directrices de la Unesco, donde trabajó durante 20 años.



Sin embargo y pese a ser de obligado cumplimiento, las administraciones públicas no han logrado consensuar un plan de salvaguardia de su patrimonio cultural inmaterial. Cansados de esperar, en Villafranca del Bierzo asociaciones locales impulsadas por Cultura 54 y con el apoyo del Ayuntamiento y el Instituto de Estudios Bercianos han decidido ponerse ya manos a la obra y han empezado a inventariar ese patrimonio. ‘Se trata de avanzar, de ir definiendo y facilitar el trabajo a las administraciones ya que los actuales catálogos no se ajustan a los requerimientos normativos nacionales e internacionales. Hemos empezado por Villafranca pero la idea es hacer extensivo a todo el Bierzo’, explica Patricia Pérez, presidenta del IEB, organismo que se encargará de seguir impulsando la iniciativa.
De momento, estas primeras jornadas sirvieron ya para identificar y analizar los riesgos y fortalezas de algunos de estos bienes. Sin duda, se incluye a la cultura del vino y todo el patrimonio inmaterial asociado (método de cultivo, conocimiento, los suelos, la vendimia, lenguaje y celebraciones….) pero también otros: Os Maios, un rito ancestral de culto al mundo natural que celebra a la llegada de la primavera; la romeria de Fombasallá que sigue reuniendo anualmente miles de devotos, amigos y familias; el patrimonio natural asociaciado al río Burbia (baños, fuentes, regadío, molinos pero también teitos, leyendas y magostos….); el volteo de campanas de San Nicolas por las fiestas del Cristo o el baile de gigantes, las danzas y la música tradicional o los saberes tradicionales de la gastronomía berciana y los conocimientos, técnicas y usos que se llevan a cabo, en cada lugar, para su elaboración, así como los rituales, usos sociales y festividades asociadas…
Hay mucho trabajo por hacer y muchas entidades locales, portadoras de conocimiento, dispuestas a colaborar como la Escola de Gaitas, el Filandón Berciano, la cofradía de la Romería de Fombasallá, bodegas del municipio, la Orden Franciscana Seglar, la Reserva de la Biosfera de los Ancares Leoneses o las asociaciones Cultura 54 y Burval. Pero sin duda falta lo más importante, la implicación real de las instituciones y administraciones públicas. Por ello, las jornadas culminaron con la redacción de una serie de peticiones a la Junta de Castilla y León, Diputación de León, Consejo Comarcal del Bierzo, ayuntamientos, Confederación Hidrográfica del Miño-Sil, Instituto de Estudios Bercianos y universidades para responsabilizarse y comprometerse en la defensa de este patrimonio, dedicando recursos profesionales y económicos al respecto.
De momento, el Instituto de Estudios Bercianos (IEB) se comprometió a coordinar y proponer actividades en los municipios del Bierzo, elaborar una estrategia comarcal del PCI y desarrollar tareas al respecto, como la creación de una página web. Por su parte, el Ayuntamiento de Villafranca aceptó establecer una agenda y una mesa de trabajo en Villafranca, para ir dando salida a las iniciativas que se expusieron en estas primeras jornadas. ‘Tenemos que custodiar que este trabajo de identificación que hemos iniciado prosiga e implicar a las asociaciones y entidades locales que aportan mucho a lo que es el patrimonio cultural e inmaterial de Villafranca’, afirmó María Luisa Blanco, teniente de alcalde de Villafranca.
Sin duda, un primer paso importante pero seguramente insuficiente si la Junta de Castilla y León no asume su deber de aprobar un marco normativo y programático que refleje las leyes y programas internacionales y nacionales adaptadas al contexto autonómico, que guíe las actuaciones comarcales y dé coherencia en la recopilación de datos, asignando partida presupuestaria específica para la salvaguardia del PCI. Así como el Instituto Leonés de Cultura dependiente de la Diputación Provincial que debería también implicarse en trabajar e identificar una línea presupuestaria para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial del Bierzo y la elaboración de inventarios, en estrecha colaboración con la Junta y demás administraciones.
Sería un error no hacerlo, especialmente cuando existe ya una comunidad de profesionales, entidades y personas determinadas y convencidas de la importancia en la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial como recurso esencial del desarrollo social y económico de la comarca. Porque no es solo una cuestión de reconocimiento a los orígenes, la identidad y el saber de una región. Es una cuestión de revalorización y sostenibilidad de la más pura esencia del Bierzo, esa herencia viva, intangible e inmaterial que lo hacen ser como es. ¿Cómo no va a ser considerado eso patrimonio? ¿Cómo no debe ser salvaguardado? Suerte que en el Bierzo aún tienen quien lo mantenga y lo defienda.